Cuando el Mercedes-Benz C-Class 2015 sea revelado este otoño, junto con él, hará su debut formal Apple CarPlay, un sistema de tecnología incorporada al automóvil que imitará la interfaz del teléfono inteligente -incluyendo la pantalla táctil, si está presente- que legiones de personas llevan en sus bolsillos todos los días.
La entrada de Apple en el mundo de los automóviles es notable por varias razones. La compañía se introduce en los mercados deliberadamente y sin piedad, para empezar, y rara vez lo hace sin reajustar el campo de juego. La industria automotriz es amplia y lucrativa, dominada por participantes tan establecidos que algunos son anteriores al hundimiento del Titanic.
Y, sobre todo, la implementación de la tecnología de consumo en la industria automotriz ha sido frustrante y dolorosamente escasa en términos de la experiencia a la cual están sujetos conductores y pasajeros. A medida que los consumidores se maravillan de la simplicidad de sus teléfonos para pedir indicaciones de direcciones o para responder el mensaje de un amigo, fruncen el ceño ante la complejidad del auto para hacer lo mismo. Seguramente algo se pierde en la traducción al añadir más de 1,300 kilogramos de acero en movimiento.
Y no es por falta de intentos. General Motors presentó el sistema telemático MyLink en sus modelos 2012; Ford lanzó su sistema MyFordTouch el año previo y su sistema Sync en 2007, el mismo año en el iPhone fue lanzado. Audi tiene su sistema Connect. Toyota tiene su Entune. Kia tiene su Uvo impulsado por Microsoft y su hermano mayor Hyundai tiene su Blue Link.
Lo que ninguna de estas automotrices parece tener es fanáticos de su tecnología a bordo. Los sistemas son complejos, un nido de botones dehardware y de flujos de interfaz que confunden incluso al más experimentado de los usuarios de smartphones. Pueden ser imperfectos en su infancia relativa, al desafiar la paciencia de los conductores que saben que es mejor no apartar la vista del camino. Y agregan una nueva dinámica -¿una actualización de software justifica una visita al distribuidor?- a la relativamente sencilla experiencia de manejar.
“No es óptimo”, dice un analista de Gartner que estudia la tecnología a bordo, Thilo Koslowski. "En realidad no ha capturado la experiencia que debería apreciarse”.
Parte de esto tiene que ver con el ciclo de la ingeniería de los coches, dice el gerente del grupo de ingeniería de OnStar de productos paradesarrolladores y aplicaciones de General Motors, Mark Scalf. La tecnología disponible en los autos de hoy fue terminada en producción hace entre tres y cinco años, dice. Eso significa que los ingenieros de hoy en día están “terminando las especificaciones y diseños” para la tecnología de los vehículos programados para llegar a los concesionarios en 2018, 2019 y 2020.
Integración primitiva
Pero no es que la frustración con estos sistemas se derive únicamente de su antigüedad.
“El nivel de integración que tenemos ahora mismo es más bien primitivo”, dice el encargado en jefe de información y entretenimiento para el Global Connected Customer Group de GM, Phil Abram. “El resto de la tecnología está llegando al punto en que está lista para ser integrada en un auto. Eso depende de Apple y Google y... los operadores (inalámbricos), para que creen sistemas y estándares que tengan sentido. Apenas estamos entrando en esa fase en este momento”.
En otras palabras, no es tanto que los sistemas de tecnología a bordo del automóvil sean especialmente complicados; simplemente no han capturado cómo debe lucir una experiencia tecnológica para un conductor debido a que los ingenieros y conductores todavía están aprendiendo cómo debe ser esa experiencia. Koslowski de Gartner atribuye parcialmente la experiencia poco manejable de la actual tecnología a bordo a la falta de entendimiento de las automotrices de lo que los consumidores quieren.
“(La tecnología a bordo) debe ser para los consumidores la extensión de su estilo de vida digital en un automóvil”, dice. “Las empresas automotrices no están entendiendo este mundo digital muy bien”.
Esto comienza con la suposición de que los conductores quieren renunciar a sus teléfonos inteligentes en primer lugar. En la práctica, los conductores parecen preocuparse menos acerca de la tecnología incorporada -múltiples pantallas, controles activados por voz, todo tipo de conectividad- y más sobre si sus hábitos digitales actuales permanecerán intactos una vez que se pongan detrás del volante.
Un estudio de 2013 sobre las tecnologías emergentes en la industria automotriz realizado por J.D. Power identificó que más del 80% de los conductores “citó un interés previo a la compra por un vínculo de dispositivo o aplicación que conectara su teléfono inteligente al sistema de información y entretenimiento de su vehículo. En otras palabras, ven al vehículo como otro nodo en su red digital personal -si se conecta para extender esa red, genial; si no, mala suerte-
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